En su esperado discurso de toma de posesión, en un escenario faraónico montado por su amigo Jorge Castillo, Gabino Cué, se comprometió a ejercer un gobierno con proyecto ciudadano.
“Un gobierno que se ejerce contra cualquier forma de autoritarismo y opresión. Pero que tiene un compromiso indisoluble con la aplicación de la ley y la puesta en práctica de la justicia social”.
“Un gobierno que respeta las libertades y derechos humanos; que es democrático y tolerante con las expresiones disidentes y las inconformidades colectivas”. Incongruencia ante la represión.
Para ello entregó al Congreso una Reforma Política a la Constitución, cuyos ejes principales son: Una nueva relación entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo.
Fortalecimiento al Poder Judicial. Autonomía de los Órganos de Estado. Instauración de Mecanismos de Democracia Directa, y una nueva Gestión Pública con orientación social.
“Por lo que refiere al fortalecimiento del Poder Judicial se crea una base constitucional que le reconoce una verdadera independencia”, que nace muerta al dar línea para imponer a su titular. Afirma que la reforma asegura la autonomía presupuestal y un nuevo proceso público y objetivo en la elección de magistrados, contribuyendo al fortalecimiento del Poder Judicial. ¡Vaya cinismo!
¿Cuál independencia, si antes de que el pleno del Tribunal Superior de Justicia elija a su titular en su primera sesión del próximo mes de enero, todo mundo sabe que será Alfredo Lagunas Rivera?
Al mejor estilo autoritario y antidemocrático del odiado Partido Revolucionario Institucional por los cuatro partidos coaligados, desde ahora se conoce el nombre del titular del Poder Judicial.
¿Dónde queda entonces, el juramento del gobernador de la alternancia y legalidad de respetar la división constitucional de poderes, si ha dado la consigna de imponer al titular del Poder Judicial?
Y para que no me intriguen y/o amarren navajas con el senador Ericel Gómez Nucamendi, tío del joven magistrado Lagunas, que quede claro que, a mi juicio, no hay objeción alguna en su elección.
Estoy convencido que merece ser titular del Poder Judicial porque conozco su excelente trabajo como jurista inteligente, preparado y con amplia experiencia, a diferencia de otros funcionarios.
Alfredo, sin duda, es un nuevo valor de la judicatura oaxaqueña, por lo que es una soberana pendejada que se dañe su buena imagen, quemándolo, al imponerlo, sin guardar las formas.
Por qué insistir en hacer las mismas estupideces que en tan sólo 20 días han llevado al gobierno de la alternancia y la legalidad a perder mucho de la credibilidad y confianza con la que llegó al poder.
Cómo combatir con esta reforma el rezago institucional del Poder Judicial, fortaleciéndolo en tres rubros fundamentalmente: el orgánico, su autonomía presupuestal, y el control constitucional.
Cómo fortalecerlo orgánicamente creando, por primera ocasión, un Consejo de la Judicatura, e incorporando la jurisdicción de lo contencioso administrativo, si es apéndice del Ejecutivo.
De qué servirá “un Tribunal de Cuentas, que será el primero de su tipo en la historia reciente de México”, si actuará por consigna del gobernador al igual que en la imposición de su titular.
De qué servirá, asimismo, también la creación de una flamante Sala Constitucional que se encargará de auxiliar al pleno del Poder Judicial en sus nuevas facultades de control constitucional.
Dicho control incluye la introducción de las Acciones de Inconstitucionalidad, las Controversias Constitucionales y la Revisión de Constitucionalidad previa a la promulgación de una ley local.
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