Tras ejecución de dirigentes sociales, ahora, narcofosa

Antes de la equivocada guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico exclusivamente por la vía armada, solía recomendarse que para ser feliz era importante no perder el sentido del humor.
Así también, se sugería no perder la capacidad de asombro. Hoy, después de 30 mil muertos en México, es imposible perder la capacidad de asombro ante la cada vez mayor violencia brutal.
Para no ir tan lejos, aquí en Oaxaca se dio la ejecución de los controvertidos dirigentes del Comité de Defensa Ciudadana y de Heriberto Pazos Ortiz, del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui.
Sin salir del pasmo provocado por el asesinato de los dirigentes del CODECI y del MULT, 48 horas después es descubierta una narcofosa en jurisdicción del municipio de San Andrés Huayapam.
Los cuatro cadáveres, el de una mujer y tres hombres, fueron localizados en un basurero, amarrados de pies y manos, con huellas de tortura e impactos de proyectiles de armas de fuego.
Ciertamente, no es la primera ni la última narcofosa, por supuesto, antes han sido encontradas otras en Etla y San Andrés Ixtlahuaca, pero sí la primera en la que aparece el cuerpo de una mujer.
Llama poderosamente la atención el número de cadáveres inhumados clandestinamente, lo que sienta un precedente sumamente negativo que, seguramente, muy pronto será rebasado.
El comisionado de la Policía Estatal, Jorge Alberto Quezadas, no descartó que estén vinculados presuntamente con el crimen organizado. Habrá que esperar a identificarlos legalmente.
“Es la forma de cómo opera este tipo de personas, dijo, pero esperaremos a ver qué pasa, se investigará a qué se dedicaban las personas, que aún se encuentran en calidad de desconocidas”.
De confirmar las autoridades ministeriales la primera impresión del jefe policiaco preventivo sobre los ejecutados, el móvil se reduciría a un “ajuste de cuentas” por incumplimientos o traiciones.
No obstante, existe el riesgo de que los cómplices de las víctimas busquen venganza por sus asesinatos generando una dinámica de más violencia en la zona metropolitana de la capital.
Por otro lado, no hay que descartar tampoco que los ejecutados bien pudieran tratarse de “levantados” o “secuestrados” que se negaron o no pudieron pagar los rescates que se les exigían.
En cualquiera de los dos casos estaríamos ante el escenario de que la violencia llegó para quedarse y en el peor de los casos continuará incrementándose a los niveles de otras ciudades del país.
Esta es la terca realidad que poco a poco termina por imponerse y que pueblo y gobierno oaxaqueños no quieren ver ni oír, particularmente la vieja y nueva clase política. Al tiempo.
¿Dónde están las propuestas realistas, efectivas, eficaces y eficientes de los dirigentes y diputados salientes y entrantes de la oposición que vaya más allá de sus voces protagónicas de condena?
Unos y otros siguen embriagados por la soberbia de la derrota del PRI-gobierno, hundidos en las miserias de sus desmedidas ambiciones por presionar y chantajear al gobierno de Gabino Cué.
A éste último, más que a nadie, debe interesar sobremanera que haya paz y tranquilidad social en Oaxaca, porque sin ésta jamás habrá inversiones, empresas, empleos y desarrollo del Estado.
¡Cuánta razón tuvo el General Carlos Guillermo Murillo Soberanis, comandante de la 28ª. Zona Militar, en advertir recientemente que los cárteles del Golfo y Los Zetas, se disputan Oaxaca!

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